martes, 22 de junio de 2010

Mundial y ética revolucionaria

(título ultra maximalista, pero no se me ocurrió otro, no hubo caso)

Ya, démosle con un clásico recurso, partir con una cita de un intelectual reputado, no me acuerdo si era exacta pero es algo así, de Albert Camus:
"Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol". Me importa bastante poco, a efectos de este texto en particular, cualquier conversación asociada a la eventual condición de "pedazo de cultural" de Camus . La verdad es que lo que me recordó esa frase es una situación también asociada a Francia (si, Camus es argelino, pero pico, todas las selecciones europeas están llenas de inmigrantes, cosa de ver el Chile-Suiza del otro día), aunque bastante más mundana y ciertamente más penosa: la histórica casa de putas que armó la selección francesa en el Mundial de Sudáfrica.

Varios periodistas han dicho que no existe precedente alguno al respecto. Desconozco si es así, pero probablemente lo sea. Ni siquiera el libro "1962" de Daniel "partí queriendo hacer investigación seria pero terminé desesperado por vender el libro teniendo la papa" Matamala (que comentaré más en extenso cuando me den ganas), que le busca la décimocuarta pata al gato, da señales de algo así, apenas menciona un conflicto por los premios creo que en Uruguay, y una lucha de egos entre Alfredo Di Stéfano y Helenio Herrera (inventor del "catenaccio", eso que en el tercer mundo le llamamos simplemente "ser ratón") que terminó con uno de los más grandes jugadores de la historia sin jamás vivir un solo minuto en un Mundial.

El escándalo francés puede servir para resituar y comprender la tan potencialmente revolucionaria lección moral que encierra el fútbol. En general, cuando la intelectualidad de izquierda se enfrenta al fútbol, produce algunas conclusiones interesantes, pero también cae en un vicio muy típico, y que no se asocia solo a la reflexión sobre este deporte: polarizarse en torno a la dicotomía tradición-modernidad, cuando de lo que se trata es de superarla. En el afán de polarizarse con la capitalización extrema que consume tanto el juego mismo como los cada vez más numerosos factores externos a él, la única figura que se construye es la del "carasucia insolente que mete una gambeta".

No tengo intenciones de negar la validez de esa dicotomía, ni menos de la figura que se crea a partir de ella, al comprender el fútbol como pasión y fenómeno de masas. Pero si se trata de comprender el mensaje tan profundamente revolucionario que se puede extraer de tan linda pasión, no da el ancho, termina siendo, al igual que los grandes mitos neoliberales acerca del "emprendedor", una apología al individuo.

Como todos, aplaudo cada pase de Valdivia o cada gambeta de Alexis. Pero si Chile está jugando como lo está haciendo tiene mucho más que ver con la convicción que hay en el objetivo a alcanzar y en las armas con las que se cuenta. Convicción que ni la peor puteada que Bielsa le haya pegado a un jugador ha alterado en lo más mínimo. Convicción que los franceses, entre medio de los flashes y el humo periodístico, perdieron por completo.

En fin, la cosa es simplemente señalar la verdadera dicotomía que atraviesa tanto el fútbol como el ser social en general. El poner el hombro en torno a lo común como un Carmona que tranca con el ojo para que Chile inicie la contra, o ser un Anelka que a la primera de cambio se las ve por las suyas y el resto que se joda. El mundo nos enseña todos los días a ser como Anelka, nos enseña que hay que vérselas por uno y chao con el resto.

Nuestro Chile puede perfectamente quedar en primera ronda, pero ya el hecho de poder gritarle al mundo que se está en presencia de un grupo humano que cree en un proyecto, y es capaz de ponerse entero al servicio de ese proyecto, aportando lo que haya que aportar, capaces de tenerse confianza y sin temores, pero sin alardes, sin aspavientos, con humildad y trabajo, sintetizando las gambetas del carasucia y con la modernidad de la táctica fija, donde los divismos no están permitidos y nadie abandona a la primera de cambio, representa una lección que, esperemos, nunca se olvide.

1 comentario:

JM dijo...

puta, está terrible inconexo, pero pico, tenía ganas de desahogar un par de cosas que no diré y como siempre el fútbol es una linda excusa para hacerlo...