martes, 7 de septiembre de 2010

El nefastismo del aguantismo

"Si, me acuerdo que pasábamos unos fríos terribles, que era todo muy viejo, de repente entraban hasta murciélagos... pero todo eso es lindo a la larga". No me acuerdo de la cita exacta, y por ahí tengo el video en el que aparece, pero me da mucha paja buscarlo; pero bueno, era algo así, créanme (?). La cita corresponde a Sergio Bitar, que además de ser ex Ministro, PPD, operador penca y uno de los tipos más imbéciles que ha parido la política chilena, es institutano (como lo es el Cura Hasbún, o Juvenal Olmos, o Marcelo Zunino... bueno, 700 egresados al año no podemos ser todos unos genios(?)). Fue dicha en el contexto de una extremadamente breve entrevista que le hicimos con unos compañeros para un documental que hicimos para el electivo de Historia en 4º Medio, que buscaba reflejar como la crisis de la educación pública está sumamente lejos de serle ajena al Instituto por mucho que saque puntajes nacionales y se sostenga por su tradición, a través de desnudar elementos relevadores de su infraestructura y sus dinámicas dentro y fuera del aula. Me he acordado mucho de esa frase últimamente, tanto al ver todo el tratamiento mediático relacionado con el tema de los 33 mineros atrapados en la Tercera Región, como también al ver la avalancha de propaganda referida al Bicentenario.

¿Y qué tienen que ver? Paciencia.

Muchas veces los conceptos futbolísticos sirven como categorías analíticas explicativas de diversos fenómenos sociales. Pero hay uno que tiende más bien a lo contrario, al ocultamiento, la invisibilización de los problemas: la famosa cultura del "aguante". No, no se trata de una rabieta contra el uso de la palabra "aguante" en la jerga cotidiana de nuestra generación como cierto amigo mío (como dato, en Mendoza ocupan harto la palabra "culiao"... intercambio cultural que le dicen). Se trata de todo el cuento de la épica, de explicar los triunfos y fracasos a partir de los "huevos" que se pusieron o se dejaron de poner. En definitiva, se trata de introducir misticismos, y con eso saltarse toda posibilidad de preguntarse seriamente por qué pasan las cosas, naturalizando y aceptando como dadas cosas que simplemente no tienen por qué ser.

Así como de acuerdo a Sergio Bitar, que uno tenga murciélagos en la sala y las salas se lluevan con agua que cae de los baños de arriba no son cosas impresentables contra las cuales haya que tener rabia y rebelarse, si no cosas que se debe aguantar porque "a la larga son lindas". El "aguante" del estudiante de la educación pública. La épica irreflexiva tomándose el discurso y nublando cualquier posibilidad de adoptar conciencia de los problemas, encararlos de frente, y resolverlos.

Hace algunos años murieron un conjunto de conscriptos haciendo el servicio militar en Antuco, bautizados como "los héroes de Antuco". Nuevamente el aguantismo nublando la vista, escondiendo las responsabilidades, impidiendo que alguien siquiera piense en decir lo que corresponde: no son héroes, son víctimas, víctimas de un ejército irresponsable que mandó a un montón de hombres a morir, llevándolos por las puras pelotas a condiciones climáticas extremas sin el equipamiento adecuado.

Bueno, agarrando ahora el tema de los mineros, la verdad es que las tremendas apologías a su aguante de los mineros francamente ya revuelven el estómago. No porque no sean efectivamente gente con un coraje enorme, pero toda la cobertura mediática ha alcanzado unos niveles de paternalismo francamente indecentes, llegando al punto de que ahora recién muchos vienen a descubrir que los mineros no son una especie de monitos, que son gente que no sólo tiene "aguante", que también son gente preparada y que sabe organizarse, y que la minería es una cosa bastante más compleja que simplemente pescar un chuzo y aporrear piedras. Pero retomando el tema, las apologías al aguante de los mineros nublan demasiado las preguntas importantes: por qué pasan ese tipo de cosas en la pequeña minería, por qué hoy figuran y taquillan los mismos políticos que hace un año decían que ningún minero tiene derecho a alegar nada porque son todos trabajadores privilegiados, por qué las investigaciones en curso a los responsables del accidente avanzan aún más lento que los operativos de rescate, por qué no se está investigando si hay precariedades similares en otros pirquines que quizás nadie sabe ni que existen y que podrían decantar en accidentes iguales o peores.

Ahora que estamos ad portas de celebrar el Bicentenario, lamentablemente no me nace el discurso de "fuego a tu bandera" y ese tipo de cosas, siempre he pensado que la izquierda cometió un error tremendo al regalarle el concepto de patria a los fachos, y soy un convencido de que Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende son por lejos los presidentes más patriotas que ha tenido Chile, en el sentido de, por distintas vías y con distintos grados de radicalidad (muy determinados por sus contextos también) realmente volcar sus esfuerzos en la construcción de una patria, en apostar a la articulación de un amplio proyecto nacional y popular. Pero la pregunta es qué celebrar. Y aquí el aguantismo patriotero se cuela por todos lados, no sólo en los grandes relatos, el Séptimo de Línea, la Guerra del Pacífico y la weá; también en cosas como ver al viejo chicha como un ícono de la cultura popular y no como un producto de una sociedad que condena a mucha gente al alcoholismo como única salida para escapar de la tremenda soledad a la que nos expone este mundo de mierda. El aguantismo nos hace ver a nuestra patria como algo que tenemos que querer así como es, que tenemos que aguantarle todas sus taras, todas sus desigualdades y miserias, y no como algo que justamente porque queremos es que queremos que cambie y sea de verdad y sea para todos.